miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nada parece distinto

Ya no sé
cuándo tengo mal aliento
y cuándo soy
un ebrio impertinente

Pero nada parece distinto.

lunes, 27 de septiembre de 2010

También los días lluviosos son estupendos

Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos
Julio Cortázar
Son las siete am. Llega aquella mañana donde llueve a cantaros por lo que el tráfico se complicará .De tal manera, llegarás tarde de nuevo al trabajo. EL camino hacia el INEGI se tornará toda una odisea. El cielo se muestra encapotado y completamente ennegrecido. Supones que la lluvia no cesará pronto así que decides salir de inmediato. Tomas una sombrilla, te diriges hacia la avenida y aguardas en la parada del autobús. Durante ese rato sientes que el clima desfavorable es un mal augurio. Nunca ocurre algo bueno durante los días de lluvia, piensas. Al fin llega el autobús, cierras la sombrilla y lo abordas haciendo el rutinario camino rumbo al trabajo.
Dado que a esas horas el autobús siempre va atestado, te mantienes en pie durante unas cuantas cuadras. Vas soñoliento y la lentitud con la que avanza el autobús te hace perder un poco la calma. De ese modo sustraes de la mochila los audífonos y te dispones a escuchar música. A decir verdad es muy grato escuchar música por la mañana.
En algún punto del trayecto, mientras estas absorto en la música, alguien toca tu espalda persistentemente. Miras sobre uno de tus hombros y contemplas a una chica espléndida que te miraba desde hacía rato y movía los labios. Entonces apartas los audífonos de tus oídos.
-¿Perdón?
- Que si puedes pasarle lo de uno por favor.
-¡Ah! Sí, claro.
Le alcanzas la mano para que deposite el importe del viaje mientras la escrutas sutilmente. Miras que es una chica de estatura media. Lleva puestas unas gafas con montura de pasta que no impiden en absoluto advertir sus ojos enormes y relucientes. Distingue entre el resto de los pasajeros por una atrayente mirada que es profunda y sosegada. Además, tiene unos labios amplios y sumamente delgados, un mentón afilado y un lindo cabello largo y liso. Su figura es espigada. De esas que no insinúan demasiado la silueta pero que reflejan una fragilidad encantadora. Su voz es suave, quebradiza y primorosa.
Después de un rato, el autobús comienza a desalojarse y puedes sentarte. Posas la cabeza sobre la ventanilla y miras la brisa pertinaz que permea las grises y vetustas calles de la capital. La chica sigue de pie tomada del tubular. El tráfico aún los mantiene enfrascados y entonces, durante ese momento del viaje numerosos delirios comienzan a pulular en tu cabeza.
Imaginas a esa chica dulce, pasiva y esmerada. Observas sus movimientos durante el camino y deduces que quizá es una chica muy tranquila. Es curioso confirmar que a veces las personas más tranquilas son las que te mantienen más inquieto. Unas cuadras más adelante el asiento contiguo quedó libre y ella consigue sentarse. Entonces puedes reparar en un olor ligero, un olor lozano, en una fragancia que no podía ser indiferente.
Miras discretamente a tu lado y contemplas que lleva algunos libros sobre su regazo. Eso hace juego perfectamente con sus gafas que le profieren un aire intelectual. Quizá es una chica muy lista o quizá es una mujer muy estricta y responsable. Tal vez sólo es una chica despreocupada y las tareas de la escuela que se han acumulado las resolverá a marchas forzadas. Tu mente se debate en innumerables suposiciones. Desafortunadamente, la mente se ocupa en muchos devaneos en los momentos menos apropiados. Estando más cerca, percibes que la chica es más pequeña de lo que parecía a distancia. Los ojos te juegan una mala pasada, aunque la mente también.
Tienes una intención ferviente por cruzar palabra alguna. En realidad, encima de todas las figuraciones que has hecho hasta el momento, sencillamente quieres tener contacto directo.
Supones arribarla con una frase elocuente, con una aproximación cortés o con un saludo elemental y relativamente desinteresado. Su lindura desmedida turba tu juicio e impide que elijas la forma adecuada. A decir verdad, siempre piensas que no existen formas adecuadas. Entonces, ella te mira por un instante. Algo ha llamado su atención o quizá sólo fue un movimiento involuntario. La tensión aumenta y aún no puedes elegir cómo.
Más tarde, el autobús ya no está congestionado, las avenidas ya no están congestionadas. Lo único que sigue congestionado es una mente plagada de conjeturas. Enseguida vuelves a observarla y te das cuenta que mira insistente hacia los lados. Supones con temor que tu oportunidad se diluye entre tus manos. Quizá baje en la siguiente esquina y tú seguirás el camino rutinario agobiado y desconsolado por suponer demasiado y actuar lo mínimo.
De pronto, una sensación de ternura y confianza te invade. Por una extraña razón piensas que también los días lluviosos son estupendos. Tienes la impresión de que contarás una historia trivial a alguien. Una historia que también es buena y real .
La chica te mira sonrosada y dice:
-¿Sabes dónde se encuentra el INEGI?

jueves, 23 de septiembre de 2010

¡ Cojones !

Como cualquiera podría deciros, no soy un hombre agradable. No conozco esa palabra. Siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra.No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y buen trabajo.Me gustan los hombres desesperados. Hombres con dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están llenos de sorpresas y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caidas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.

Henry H. Chinaski.

martes, 21 de septiembre de 2010

Quizá sea bueno que no tengas remedio

Aquí estoy detrás de mi nariz,
Bohemio, renegado sin destino
Dicidente como un equívoco, un error
un loco, un transgresor, un mal parido...
Francisco Barrios

Era un departamento hediondo en el tercer piso de un edificio de una indiferente unidad habitacional. Estábamos sentados en el sillón y esos dos querían saber que había sucedido. El revén había terminado. Quedaba basura esparcida por el suelo, ceniza en los sillones, botellas de pomos vacios atestando la mesa y algunas caguamas que seguían enfriándose con algunos hielos dentro de la lavadora. Sí, en la lavadora.
El ambiente se tornó completamente narcótico. Flotaba un olor a pegamento, cronic, orines y vomitinas. Una atmosfera putrefacta y soporífera.
¡We!- Dijo Cristian sentándose a mi lado- Cuéntanos, ¿qué fue lo que ocurrió?
Anda wey - Dijo Paco tratando de soportar dentro de sí el humo del gallo – no te hagas el modesto. Bien sabemos que siempre haces algo.
Ellos estaban colocados y yo completamente borracho. Así que puse el envase de caguama sobre el suelo, alcé mis brazos rodeando el cuello de ambos y les dije:
No les voy a contar nada
-Lo más seguro- dijo Cristian- es que te mandó a volar en cuanto se sintió acosada.
- Nada de eso- Repliqué sonriendo- ocurrió todo lo contrario.
- Ya cuéntanos- dijo Paco soltando una densa bocanada de humo- no nos dejes con la duda cabrón.
Volví a tomar la botella, le pegué un profundo trago y acabé con la chela restante. Después salí a orinar sobre unas macetas situadas en el departamento de junto y regresé haciéndome el desentendido.
-¡Ya pendejo!- dijo ansioso Cristian- dinos que pasó. No chingues, si bien que la Lupe y tú se andan aventando luces desde hace un buen.
-Si wey-dijo Paco- No te hagas el pinche mustio y suelta el rollo de una buena vez.
Me incorporé de nuevo y fui a por dos caguamas más. Regresé a sentarme, saqué de mi bolsillo un encendedor y descorché una de ellas. Entonces le pegué otro trago muy lento y profundo. Sequé mi boca con el dorso de la mano y luego les dije:
Está bien cerdos, pero no se les vaya a soltar la lengua por doquier. Entonces ambos se restregaron a mi lado y pusieron un rostro ridículamente expectante
-Pues la besé y lloró- dije en un tono categórico.
- ¿Nada más eso imbécil?- dijo Paco.
- ¿Durante todo ese tiempo que anduvieron afuera- dijo Cristian- sólo obtuviste eso cretino?
Pues que esperaban zopencos- dije un poco enfurruñado.
Pues algo más tarado- dijo Cristian- Siempre se puede sacar más de esas situaciones. La ruca está completamente atolondrada por tanta verborrea que escupes. Pero recuerda que sólo te funciona durante un tiempo. Después de un rato les aburres. LES ABURRES.
Sí es cierto,- dijo Paco- ya deberías entenderlo bruto. Hoy en día a las mujeres les cautiva sólo unos segundos la poesía. Los hombres listos sólo sirven como compañías esporádicas. Hoy los hombres cultos sólo son la aspirina, el placebo o en todo caso son la distracción idónea. Despues de un tiempo te consideran un lastre hermano.
-¡Huy! Le dije a Paco- ¡Qué brillante resultas cuando andas hasta el culo viejo!
Seguí trasegando cebada mientras Paco se liaba otro porro.
- Legal we- dijo Cristian- Hoy en día un hombre inepto es símbolo de garantía y seguridad para una fémina. La estupidez está a la orden del día. Las relaciones se entienden como dominantes y dominadas. En la actualidad el amor no es una democracia, es una dictadura. Cuando un hombre es listo produce temor.
-Amigo- dijo Paco en un tono indulgente- El conocimiento está completamente desvalorizado. Los hombres duchos son síntoma de irritación.
-¿Lo crees?- le cuestioné con cierto escepticismo.
Pero por supuesto- dijo asintiendo Cristian- Sólo basta con que mires por las calles. Está prohibido preguntar demás. Es completamente inaceptable en el vocabulario la pregunta por qué. Tú lo sabes. Sólo basta comenzar a externar todo lo que traes por dentro para asustar al otro y estimular su distanciamiento. Además ya lo sabes cábula. La indolencia es divertida y las letras son un gran bostezo.
-Si carnal- dijo Paco. Lo entiendo perfectamente. Hoy solo basta PASARLA BIEN. Pisar el acelerador a fondo y prohibido volver a especular. Todo son casualidades y el rumbo de las cosas es incierto. Más vale buscarte atracciones que rayen dentro de las populares o de lo contrario terminas siendo tedioso.
¿Enserio?- dije un poco crédulo aún.
-Sí alcornoque. Dijo Cristian- Piénsalo, hay tres etapas que tú bien conoces
Dímelas- Le dije un poco compungido.
-La primera consiste en el acercamiento superficial
-¿y... cómo es ese?
- Bueno, Te miran, te escuchan, cautivas y posteriormente te consideran sugerente
-y luego…-
- Te contemplan un poco, salen unas cuantas veces y quedan atónitas por irrumpir en su habitualidad
- ajá
-Pero al paso del tiempo descubren que no fue una faceta para impresionar. Entienden que no fue un artilugio que algunos otros emplearon con ellas. Conciben entonces que esa fachada que ellas suponían como tal en realidad es el perfil permanente que les muestras. Entonces comienzan a preocuparse. Suponen que no eres un tío ingenuo y por lo tanto se sienten en un terreno minado, incapaces de proceder a diestra. Las maneras para persuadirte, para engañarte, para excusarse quedan completamente descartadas al saberse anuladas. No pueden idear nuevos pretextos, la dinámica no puede ser revocada. El modo de relacionarse no puede refundarse. Entonces lo único que queda por cundir es el temor
-Espera espera cabrón- Le dije un poco desconcertado- ¿No crees que me estás hablando muchos disparates? Seguro que tanta ganja en tu cabeza ya te está pegando. Incluso hasta me hablas con un lenguaje que según tú ya no debo emplear.
- No mentecato- Lo que sucede es que ya se me pegaron varias palabras por tu culpa. Y esto que te estoy diciendo es porque lo veo en tu caso con las chicas
-Bueno, bueno, ¿y la tercera etapa?
- Tú la conoces mejor que nadie. Te suena el término... convencional, anticuado, ¿ABURRIDO?
-Ya pues,- miré hacia un costado y Paco ahora estaba colocando unos trozos de hachís en una pipa de madera.
-Si carnal, dijo- Ya debiste haber pensado que en esta sociedad hay tres cosas que no se permiten
- ¿Cuáles?- le pregunté
- Uno: Tener un aspecto desatendido. Y no me refiero a ello con andar en andrajos o un poco sucio. Me refiero a que si no cumples con “ese” aspecto permisible, con esa pinta de adonis o por lo menos esmerada, la cosa se torna complicadísima. Dos: no tener esa vision de "progreso" Ya tu sabes. Reconocimiento, complacencias, caprichos. En verdad caprichos que en apariencia son "avances" en la vida. Esos que mitigan tu carencia emocional pero que en realidad producen un boquete más enorme con el cual, te aseguro que el hoyo de tu culo parecería en comparación el hueco que dejaría una espinilla sobre tu jeta. Lo inecesario ante lo primordial pues. Y tres: intentar ser un poco listo
- Ya veo.
Después guardamos silencio un rato. Seguí bebiendo mientras Paco se atascaba los pulmones de hachis y Cristian discutía con la vecina porque alguien había dejado una extensa vomitada frente a su puerta y además por lo alto que teníamos la música ya bien entrada la noche.
Al poco rato a Paco se le tapó la pipa, se acerco y me dijo:
Bueno, total… y qué sentiste cuando la besaste? ¿Cómo estuvo? ¿Qué ocurrió?
-¿Enserio quieres que te diga?
- Yes pig
Bueno pues sentí como si fuesen …
... Algunos labios entrechocando, colisionándose; imantándose, buscando entrechocar los alientos que ya no pueden suprimir. Confrontando a las lenguas; paladeándose, sumergiéndose, anquilosándose, engarzándose en un refugio húmedo y cálido. Repentinamente el rostro más terso (el de ella) se convierte en un desfiladero de emociones que se han dejado entrever líquidas, dándole a esos besos una textura acuífera, añadiendo a ese gesto enternecedor un saborcito salitroso. Haciendo un poquito salada y acuosa a la ternura. Lágrimas por un entusiasmo desbordado al fin.

-Híjole cabrón- Respondió Paco muy consolador- No tienes remedio, en verdad creo que no tendrás remedio. Pero aún así pienso que quizá sea bueno que no tengas remedio. Por alguna extraña razón siento que no debes tener remedio.

-¿Lo crees?

- Yo también lo pienso, en esta sociedad se necesitan más locos aburridos en lugar de pendejos divertidos- gritó Cristian desde el borde de la puerta de la vecina mientras sostenía con una mano un estropajo remojado al parecer con una pasta marrón y al tiempo que con los dedos de la otra presionaba sus fosas nasales.

Poco más tarde todo se había consumado y nos fuimos a dormir.

Por la mañana estaba muy resacoso. Aseamos un poco el departamento. Esos dos volvieron a recostarse en el sillón y yo salí rumbo a mi casa.
Caminé un poco y al torcer en la esquina del edificio me tope con Lupe. Se acercó saludándome muy entusiasta y entonces se adelantó diciendo:

¿Qué pensaste?

¿Sobre qué?

Pues sobre el beso

Miré hacia las alturas del edificio y divisé que dos cabezas apenas se asomaban por el alfeizar de una ventana

-¿En verdad quieres que te diga?

-¡Sí!

Volví a mirar hacia arriba. Los dos idiotas seguian expectantes. Carraspeé un poco y entonces dije:

Bueno pues…

domingo, 19 de septiembre de 2010

Silencio.

Por tu silencio.




Sé que hice el amor con esa mujer, pero no recuerdo los detalles. Ella en cambio, recuerda bien los detalles pero se ha olvidado completamente de mí.Guillermo Fadanelli.



Una vez estuve enamorado y fue estupendo. Consuelo era una chica linda y a decir verdad muy lista. Poseía una belleza impresionante y transmitía una energía inexplicable. Aunque era una chica reservada, siempre que yo podía estar junto a ella, sentía cómo su presencia contagiaba con fuerza una vitalidad, una vivacidad que tenia un efecto hipnotizante sobre mi. Además, mi vida siempre había sido muy agitada y ella portaba en escencia lo que a mí me hacía demasiada falta desde mucho tiempo atras : tranquilidad.
Aunque su cabello estaba un poco descuidado siempre mostraba una buena pinta. Su mata azabache y enredosa era estupenda. Tenía una piel acanelada y unos ojos pardos como olivos que contrastaban de lo lindo. No había persona que no pudiese distinguir a esa belleza gitana cuando circulaba por las calles. Su silueta era magnificamente menuda. Incluso podría afirmar que un tanto frágil. Además, su voz era tenue y completamente enternecedora. A pesar de mantener su rostro libre de maquillaje pringoso, siempre refulgía extremadamente magnífico. Habitualmente andaba en harapos. Por supuesto eso no la hacía lucir menos radiante. Jamás se había montado a esa burra del glamur ¿ Qué más podía pedir? Pensé durante un tiempo.
Sin embargo, esa no fue razón suficiente para que yo me enamorase de esa divinidad zíngara. Normalmente, muchas personas suponían que era engreída. Nunca hablaba lo suficiente, Siempre se mostraba reservada y esquiva con la gente. En cambio, conmigo se revelaba muy resuelta y entusiasta. Tuve la impresión de que yo figuraba como una especie de cómplice. Decía que los hombres solitarios suelen ser los más suceptibles . Eso me enganchó a ella de inmediato.

Salimos durante algún tiempo. Algunas veces paseábamos por las calles, charlábamos a las afueras de su casa, bebíamos ocasionalmente, discutíamos sin enfurecernos y dormíamos juntos en su casa sin que nada más ocurriese. Después de unos meses, no pudimos contener el deseo y nos involucramos más de lo que ambos teníamos contemplado. Las amistades siempre involucran deseos camuflados.
Infortunadamente, después de muchas cosas ocurridas, hubo una racha en la cual no pudimos frecuentarnos como ya estábamos acostumbrados. Ella ingresó a la universidad y yo estaba por zanjar contacto con ese muladar que me mantuvo cinco años agobiado. Por ese entonces asumií que ya estaba realmente enamorado.

Empecé a extrañar los cabellos sueltos que ella dejaba y que yo contaba cada vez que dormía conmigo.También eché en falta las prendas olvidadas por la casa a la mañana siguiente cuando ella se marchaba. Extrañé dirigirme hacia el baño y encontrar la puerta abierta mientras la miraba orinar con naturalidad frente a mí sin que intentase cerrar la puerta.Comencé a extrañar las conversaciones que ambos intentábamos prolongar ya entrada la noche. También comencé a extrañar esa singular sensación que producían en mí sus abrazos demasiado tibios. Extrañé cuando llegaba muy borracha buscándome y comenzaba a parlotear mientras su delicioso aliento etílico se estampaba en mi rostro. También nostalgié las noches en las que no podía dormir por los gruñidos que emitían sus entrañas al tener hambre. Incluso también extrañé cuando roncaba demasiado y que pese a moverla mientras dormitaba, sus estruendos no cesaban. Recordé insistentemente las veces que yo llegaba a casa y ella se encontraba en mi habitación husmeando entre mis discos, mis libros y mis películas. Vaya que eso era intimidad, supuse.
De alguna forma esa era una etapa fantástica en mi vida . En realidad, siempre tuve en mente que eso no podía caducar por ningún motivo. Así que decidí buscarla de nuevo e intentar reanudar contacto. Sin embargo, siempre que acudía a su casa me decían que no estaba. Aguzaba la vista en la escuela pero al parecer siempre se escabullía. Estaba contrariado por su abrupta desaparición.

Conforme pasaban los días me sentía más perturbado. Algo dentro de mí se estaba apagando y yo sabía perfectamente que tan solo su presencia produciría de nuevo la combustión necesaria.
Un día, mientras estaba cansado por patinar y tumbado en la acera, inesperadamente ella apareció. Aparté mi patín, me incorporé conmocionado y la miré perplejo. Ambos decidimos aproximarnos lentamente, nos dimos un abrazo poco efusivo y finalmente, después de esa ausencia tormentosa comenzamos a charlar.
La contemplé un rato y después de unas cuantas palabras la percibí distinta. Tenía un aspecto más liñado. Se mostraba más distante al hablar y la vitalidad que yo había percibido en ella parecía haberse esfumado por completo.

-Supe que has estado buscándome- mencionó con un deje indiferente
-Creo que es lo más normal- repuse en un tono de reproche.
-¿Sabes? he pensado muchas cosas durante todo este tiempo.
- ¿El qué?
- Quizás ya no sea bueno.
- No veo por qué
- Comprendí que eres muy desinteresado
- Pocas cosas me entusiasman
- Ese es el problema
- Si, en esta sociedad de inmundicias queda poco por apreciar.
- No eres divertido
- Lo que tú llamas diversión me inflige dolor.
- ¡¿Lo ves?! Eres demasiado anticuado.
- ¿Por qué lo dices?
- No te gusta bailar
- Desde luego que la música de hoy en día no, y apuesto que a ti tampoco.
- No te gusta CONOCER GENTE
- Creo que a ti tampoco. Sentarse junto a pelmazos en el bar, en el cine o en las plazas es precisamente lo que tú me recriminas.
- No sabes la verdad.
- Cuando menos sé que la tuya es una completa ficción.
- No te gusta salir
-Me encanta la calle. Lo slugares donde sólo vuelves a encerrarte y te incitan a desperdigar dinero no.
- No te gusta viajar
- No es divertido ver los mismos escombros humanos por todos lados
- No te gusta el dinero
- Soy modesto
- No te gusta triunfar
-Tener un auto, una casa, un perro, un empleo en una empresa de renombre y una familia disfuncional es una percepción del “éxito” poco atractiva.
-Casi nada te atrae salvo leer, mirar filmes y escuchar música durante el día.
- Hablar con la gente también pero creo que ahora eso es de mal gusto.
- Siempre piensas en el mañana
- Le temo un poco a la velocidad
- No tienes sentimientos
- Lo que ocurre es que no los confundo con burdas pulsiones.
- Creo que nunca te importé cuando salía con otros
- Los celos son una nociva distorsión muy arraigada
- Te quedarás sólo
- Frecuentar a muchas personas no es precisamente saberse acompañado
- Deberías intentar algo distinto o buscarte otra afición
- Si algún día aparece otra, seguramente lo haré
- Eres un pesimista
- Claro, quiero que las cosas cambien. Tengo esperanzas.
- ¿Has pensado en hacer algo por los demás?
-Siempre lo intento.
- Me refiero sobre algo que pueda cambiar un poco sus vidas
- Aún no doy en el clavo.

Finalmente terminamos la conversación. Entonces me lanzó una mirada compasiva. Luego se acercó, me dio un cálido abrazo y su silueta se fue distorsionando gradualmente mientras se alejaba hasta desaparecer por completo. Así confirmé que había sido arrastrada por la ambición, el frenesí y la frivolidad. Había sido pervertida. El punto es que decidió cometer un suicidio personal para no cometer un suicidio social.
Los meses siguieron su imparable sucesión. De tal forma, yo continuaba profundamente enamorado de alguien que tal vez, en algún momento pueda regresar. Durante ese tiempo sólo tenía en mente lo último que dijo.« Quizás tenga razón y sea momento de intentar algo distinto o buscarme una afición. Seguro que lo intentaré. Si un día aparece alguna, seguramente lo intentaré. Algúna vez podré cambiar un poco la vida de alguien. Aunque no sepa cómo hacerlo aún» Pensé en todo eso durante mucho tiempo. Un día, contemplé un folio en blanco, empuñé un bolígrafo y comencé a escribir:

Una vez estuve enamorado y fue estupendo. Consuelo era una chica linda y a decir verdad…

viernes, 17 de septiembre de 2010

Manos pequeñas

Cursaba la secundaría en ese entonces. Durante un tiempo hubo una racha donde los citatorios disminuyeron y pude llevar una vida de alumno sobresaliente. Sólo llegaba al salón y me sentaba. A veces hacía unas cuantas bromas y prestaba atención en algunas clases. Durante el descanso jugaba un poco, comía a medias o simplemente permanecía en el salón con los otros. Mi vida estaba cambiando un poco. Estaba siendo un alumno ejemplar. Las notas delataban que yo era uno de los mejores. Aunque los maestros replicaban por mi comportamiento anterior, terminaban complacidos por mi desempeño. Mis padres seguían indiferentes ante esos méritos. Nunca le presté atención más de lo debido. Esa temporada no duró mucho.Conocí a Jessica y Aymara. Era un par de chicas corpulentas pero de tetas apetitosas y piernas firmes. Ellas me enseñaron por aquel entonces lo que era la masturbación con una mano que no fuese la mía.

Al principio sólo charlábamos de cuando en cuando. Saludos, anécdotas dentro de la escuela o rumores latentes eran los temas comunes. Como suele ocurrir, a medida que pasaba el tiempo, los temas fueron modificándose y las conversaciones se tornaron más personales. Supuese que algunas mujeres cuando tienen cierto temor, desvelan sus auténticas intenciones de manera dosificada. Poco a poco,Te sueltan todo el cuento después de algún tiempo. Eso sucedió con esas dos.

Un día, mientras tomábamos clase de ingles con la abominación del profesor Mario, hablábamos sobre quiénes eran los más agraciados. Ellas sacaron a relucir una extensa lista de nombres a la cual no le presté muncha atención. Destacaban algunas de las cualidades que les cautivaban. Las chicas de esa edad solo pueden ser cautivadas por una cara andrógina, un cuerpo escultural o una actitud desastrosa, pensé.
Al cabo de un rato, mientras escuchábamos aburridísimas oraciones de los nefandos libros de inglés, una de ellas se despojó del suéter verde y lo colocó en su regazo. Yo miré por el rabillo del ojo y me disgusté un poco. Aymara tenia unas piernas jamonudas pero macizas y apetecibles. No merecían cubrirse y mucho menos cuando yo estaba al lado. Al poco tiempo, Jessica imitó la misma acción y las dos tenían la prenda cubriendo sus lisas y fortachonas piernas. Lamenté que también Jessica las resguardara. Ella era de piernas más relucientes y usaba la falda más corta. Ambas tenían un cruce de piernas estupendo que dejaba ver lo exitante que eran sus muslos inmensos y recios.

En un abrir y cerrar de ojos, mientras yo estaba estúpidamente absorto en la traducción de algunas oraciones declamadas por la voz chillona de Sheila, ambas decidieron cubrir mis piernas con los suéteres. Cada uno estaba compartido exactamente por la mitad de manera que los suéteres abarcaban una respectiva pierna de ellas y una de las mías. Seguí a la expectativa durante unos minutos pero no lograba encontrar el sentido de esa ridícula acción. Seguramente pensaban que tenia frio o algo por el estilo.

Minutos más tarde, mi cremallera se bajó de súbito y entendí lo que esas dos chifladas pretendían. Las disolutas lo tenían de anticipo planeado y lo peor era que parecía previamente practicado. Se coordinaban perfectamente. La sincronía con la cual una empuñaba mi verga, la meneaba y después la soltaba para ser relevada por la otra era inverosímil. Por supuesto que los movimientos eran poco pronunciados para no levantar sospecha alguna a los alrededores. De no haberse colocado cada una a mi costado, juro que no hubiese sabido a que chica correspondía cada palma.

Entonces, Jessica asió mi tripa con esmero. La sujetaba y la barajaba con mayor velocidad, con movimientos telúricos pero muy cortos. En cambio, Aymara la presionaba con suavidad, pero sus movimientos eran más lentos y prolongados. La empuñaba desde el fondo, subía y bajaba hasta el tope de nuevo. Sus manos estaban completamente cálidas.

En general, todas las manos de las mujeres que me la han sacudido siempre estaban tibias. Mientras tanto, yo me mantenía firme, con la mirada al frente y los dedos fuertemente aferrados a la paleta de la banca. Al cabo de unos minutos se consumó el ejercicio. Me vine. Aymara fue la afortunada. Sentí y miré como sus dedos quedaban completamente embadurnados con mi semen. Era toda una experta. No se inmutó. Permaneció en calma y después de un rato alzó la mano inmaculada que le quedaba. Pidió permiso para ir al baño y lavarse las manos. Entonces, el profesor le dirigió una mirada indiferente e hizo el ademán de consentimiento.

Las sesiones se repitieron unas cuantas veces en el laboratorio de Química, debajo de las escaleras, en el salón durante el receso y en el auditorio. Fue fabuloso tener cuatro manos disponibles. Finalmente, no duró lo suficiente. Días más tarde, ambas evitaban el verme. Cuando era imposible el no toparnos se acercaban y decían finjidamente apenadas que habían encontrado un sustituto. Decían haberse liado con un chico que realmente hacía sentír sus manos pequeñas.